miércoles, 7 de mayo de 2008

Mi primera vez


Eran las 7:30 de la mañana cuando pisé por primera vez las sagradas tierras brasileras. Fue tan mágico que parecía no ser verdad, dudé de mi cordura, tal vez mi imaginación había pasado el límite entre ella y la realidad. Brasil me inquietó desde pequeña más no creía que lo conocería a mis 21 años y mucho menos que sería el país que me brindaría la primera experiencia internacional. La vida nos sorprende cada día, yo aún no me recupero de la sorpresa.

Qué pasaba por mi mente? Nada. Yo no había venido aquí en una excursión, yo había llegado a Brasil porque alguien me abrió las puertas de su casa y de su vida para que yo conociera su país. No sabía lo que acontecería y estaba totalmente dispuesta a dejarme permear por este país. No habían supuestos, expectativas ni prejuicios, sinceramente mi mente estaba en blanco, no hablaba, creo que ni respiraba, tan solo me preguntaba: estoy en Brasil?


Cuarenta y ocho horas de viaje: suficiente tiempo para la autoreflexión
Para ser sincera, mientras estuve en Guarullos nada me asombró, la ciudad un poco poluida, descuidada, parecía costa colombiana. La rodovía congestionada, con un pavimento deteriorado, carros de carga y algunas montañas. Mas cuando tomamos la vía hacia Piracicaba todo empezó a cambiar, carretera dupla, recta, plana, plantaciones de caña, todo verde y sin montañas, fue cuando empecé a descubrir el interior Brasilero.


El recorrido para llegar a Brasil fue un poco largo. Salí de Medellín el jueves 20 de diciembre a las 7 de la mañana e inicié un largo camino que inició con 11 horas en las carreteras de Colombia. Elegí el martirio de viajar todo un día, bajo los rayos del sol, los ruidos y el cansancio porque tengo un grande temor a los viajes nocturnos. Las carreteras de Colombia son simples, los trayectos montañosos y en la noche todos rompen las reglas. Realmente no soy ese tipo de aventurera, prefiero la seguridad antes que la comodidad. Llegué a Bogotá, allí me recibió una prima, ella se sentía feliz con el hecho de que yo pasaría un día con ella, seguramente ella deseaba por 24 horas no extrañar tanto a su amada hija. Ana, estaba en París desde hacía ocho meses, era su única hija, cada palabra que pronunciaba sobre ella manifestaba su orgullo y lo más interesante, según mi prima, entre Ana y yo había muchas similitudes, el nombre era solo una coincidencia. Cada vez que hablaba de su hija me exaltaba, y cada vez que yo le hablaba de mí, me comparaba con Ana, exaltándola.


Dentro de mi plan de vida no estaba Brasil, pero el destino me pudo un viernes a las 8 de la noche dentro de un avión rumbo a São Paulo.


Piracicaba
Llegamos a Pira! escuché gritar. Llegamos a Pira! Respondi con una suave sonrisa. Entonces, senti uma mágica sensación: Piracicaba tomó mi mano. Éste sería mi nuevo hogar y desde que entré en sus tierras respiré tranquilidad, respiré fraternidad.

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